Charles-Marie de La Condamine (París, 27 de enero de 1701 – París, 4 de febrero de 1774) fue un destacado enciclopedista francés, geógrafo, naturalista, astrónomo y matemático. Además, fue miembro de la Real Academia de Ciencias de París, la Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural, la Academia de Ciencias de Rusia, la Academia Prusiana de las
Ciencias, y la Academia Francesa, entre otras.
Nació en una familia acomodada, y su primer deseo fue hacer una carrera militar, pero atraído por la ciencia, abandonó esa elección en 1719 para dedicarse a lo que realmente le llenaba, el estudio de las matemáticas, la física, la mecánica, etc. Ya en 1731 participó en un viaje hacia los puertos musulmanes de Oriente, del que hizo una memoria: “Observaciones físicas y matemáticas realizadas durante un viaje a Levante en 1731 y 1732”, en el que ya apuntó su agudeza de ingenio y sus capacidades para la observación y el análisis.
Pero el reconocimiento y la fama le vinieron por el viaje hacia el Ecuador, dentro de la llamada Misión Geodésica Francesa, para medir la longitud de un arco de meridiano de un grado, con el fin de verificar si la forma de la Tierra se acercaba a la de una mandarina (más ancha por el centro ecuatoriano) o a la de un limón (más estirada por los polos), según se siguieran las hipótesis de Newton o de Descartes, respectivamente. El viaje se organizó en abril de 1735 por parte de la Real Academia de Ciencias de París. Formaron parte del mismo el astrónomo Louis Godin, oficialmente el jefe, y otros científicos como Pierre Bouguer, matemático, astrónomo y físico, y Joseph de Jussieu, botánico y médico. En Cádiz se unieron al viaje los españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa, condición impuesta por el rey español Felipe V antes de dar su permiso a la expedición para que pudiera acometer sus actividades en tierras coloniales hispanas.
Ya en tierras peruanas, La Condamine destacó por su sentido de la organización, suplantando en cierto modo la jefatura de Louis Godin, que por ello tendió a trabajar más unido con los españoles.
También tuvo roces con Bouguer, pues, aunque era en cierto modo normal que los científicos franceses fuesen celosos de su independencia a la hora de trabajar y poco dados a colaborar entre sí, en La Condamine este rasgo estaba más exagerado, lo que dio pie a varios desencuentros entre los expedicionarios. Aún así, la amistad, o al menos el respeto entre él y el resto de los miembros no se perdió, y fue él mismo quien avaló, años después, el ingreso de Jorge Juan en la Real Academia de Ciencias de París, reconociendo con ello la valía del noveldense (de hecho, los cálculos matemáticos de Jorge Juan fueron los más exactos de todos los miembros expedicionarios).
Al terminar los trabajos de medición (1743), La Condamine se separó de sus colegas, pues decidió regresar a Europa descendiendo por el Amazonas hasta su desembocadura, en vez de regresar por mar desde las costas pacíficas de Perú. Durante el trayecto, recogió centenares de elementos de historia natural, descubrió el caucho, hizo un mapa del curso del río, describió especies vegetales y venenos como el curare, y explicó, en su desembocadura, el fenómeno de la pororoca, cuando la marea marina invade con una ruidosa ola de hasta 4 metros el interior del curso del gran río.
En febrero de 1745 regresó a París. Prolífico escritor, redactó varias obras describiendo sus descubrimientos y los de la Misión, realzando la intervención francesa y minimizando la española. En 1751 vieron la luz el “Diario del viaje hecho al Ecuador por orden del rey, que sirve como introducción histórica a la medición de los tres grados de Meridiano”, y la “Medición de los tres primeros grados de meridiano en el hemisferio austral, a partir de las observaciones de los señores de la Academia Real de Ciencias enviados por el rey al Ecuador”, llevándose internacionalmente casi todo el crédito de la misión, a costa de Ulloa, Jorge Juan, Godin y Bouguer.
Hizo más viajes: entre 1754 y 1755 visitó Italia, donde realizó numerosas observaciones científicas y geográficas, aprovechando para visitar las ruinas de Herculano, recientemente descubiertas. A su regreso, casó (1756) con su sobrina Marie-Louise Bouzier d’Estoully, con quien no tuvo hijos, y se dedicó a propagar la inoculación de la viruela -un precedente de la vacunación- para prevenir la enfermedad, y a escribir diversos artículos para la Enciclopedia que se estaba publicando bajo la dirección de Diderot y D’Alembert, amén de otras obras fruto de sus viajes y experiencias investigadoras. En 1763 hizo un viaje a Londres para conocer la patria de la inoculación contra la viruela. A la vuelta del viaje, una parálisis que padecía se le acrecentó mucho, por lo que quedó prácticamente incapacitado para desplazarse y viajar. Al enterarse de que existía una operación que quizá podría mejorar su enfermedad, se ofreció como cobaya, pero murió a resultas del procedimiento.
Como quedó casi sordo a consecuencia de sus aventuras a gran altura en los Andes durante el viaje geodésico a Sudamérica, utilizó desde entonces una bocina acústica o trompetilla, utensilio que hizo famosa su silueta en el París de la época.
Obtuvo el reconocimiento y la amistad de muchos científicos y filósofos de su época, como Buffon, Maupertuis, Voltaire, Pedro Vicente Maldonado, y Bernoulli, entre otros muchos.